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¿Quién no se ha visto inmerso en algún pensamiento negativo? La mente humana tiene la capacidad de evocar determinados pensamientos que no responden a ninguna lógica. Esto es, no buscamos que aparezcan y, sin embargo, ahí están.

En la mayoría de las ocasiones somos capaces de no prestarles mucha atención, y aunque nos generen malestar, no darles valor y poder dejarlos a un lado. Pero otras, nos abocamos a valorarlos, siempre de una forma negativa y dándoles credibilidad, e intentamos lidiar con ellos.  Quién no se ha sorprendido cuestionándose si ha cerrado el coche o preguntándose si un familiar habrá llegado bien al destino de su viaje… Pero es a partir de aquí cuando buscamos maneras de que estos pensamientos se eliminen lo antes posible. Volvemos a comprobar si el coche está bien cerrado o llamamos a nuestro familiar para ver como está. Y lo único que estamos consiguiendo es que estos pensamientos aparezcan con mayor frecuencia e intensidad. Nos introducimos en una espiral de la que empieza a ser difícil salir.

En momentos de mayor estrés, con más preocupaciones o de mayor tristeza nos volvemos más vulnerables a que esto suceda con más frecuencia. Y nos sorprendemos inmersos en un cúmulo de rituales para disminuir nuestra angustia.

Cuando estos pensamientos nos generan ansiedad, no están relacionados con un problema de la vida real(como una mala situación familiar) e intentamos eliminarnos con determinadas actuaciones que nada tienen que ver con la preocupación en sí, podemos decir que nos encontramos ante un trastorno obsesivo-compulsivo.

Estas preocupaciones siempre suelen estar encaminadas hacia lo catastrófico: algo malo va a suceder, a mi o a alguien de mi entorno, no voy a conseguir, no está bien acabado…pero como decía, nunca en función a una base real. Sentir preocupación cuando un familiar está enfermo o le han diagnosticado una grave enfermedad sería algo racional. Sin embargo, pensar que a mi hijo le va a pasar algo, muchas veces inespecífico, y sin base real, es irracional.

En el momento de irracionalidad se es consciente de lo absurdo del pensamiento, pero no se es capaz de aliviar el malestar si no hago “algo”. Estas conductas, llamadas rituales, o comúnmente manías pueden ser:

  • De limpieza: afanarse una y otra vez en limpiarse, sobre todo las manos, cuando creemos que hemos tocado algo “contaminado”. Llegando a utilizar productos no destinados a la higiene de manos como el alcohol o la lejía.
  • De comprobación: ¿he apagado la luz?, ¿cerrado el coche? Y después de comprobarlo…tenemos el impulso de volverlo a comprobar otra vez. Hasta dedicar tanto tiempo que llegamos tarde a cualquier sitio.
  • De repetición: abro una puerta 4 veces, enciendo la luz 3, estiro el edredón 9…siempre pensando que si no lo hago así, algo malo va a suceder.
  • De orden: los armarios y cajones están ordenados de manera impecable no permitiendo que nada este descolocado. Perchas orientadas en la misma dirección, con la misma distancia entre ellas… Prendas ordenadas por colores…Sin podernos permitir cualquier variación.
  • De acumulación: guardamos todo pensando que “pudiera ser necesario”. Amontonamos periódicos, libros, ropa, adornos…cualquier cosa de la que no podemos prescindir.
  • De lentitud: y es que para hacer cualquier cosa nos tomamos demasiado tiempo. Tenemos que estar seguros de que está bien hecho y lo hacemos una y otra vez, lo repasamos y lo volvemos a comprobar.

¿Y qué podemos hacer si nos sentimos identificados con estas conductas? Ponernos en contacto con un profesional de la Salud Mental. Hoy en día se ha demostrado que el tratamiento más eficaz es la terapia cognitivo-conductual. Entender porqué sucede y aprender a manejar estas conductas será la manera de trabajar. Esto consistirá en enfrentarnos a lo que nos genera mal estar evitando las respuestas que, inicialmente, palíen esa ansiedad. Pero para eso también tendremos que aprender otras respuestas más adaptativas y que consigan, de manera definitiva, disminuir nuestra ansiedad.

¿TE ATREVES A CAMBIAR?